El futuro es hoy

El debate se ha iniciado dando vueltas entorno al concepto del capitalismo, término que lleva años oyéndose y que está presente en el mundo globalizado en el que nos encontramos. Sim embargo, a medida que pasan los años va adoptando nuevas formas, se va adaptando al lugar y tiempo que le pertoca. Hoy en día, podemos hablar de un capitalismo más social, en el mapa tenemos empleados, consumidores, proveedores… personas como principal ingrediente, pero no es el único riesgo al que se enfrenta el capitalismo. El principal protagonista de la actualidad es la preocupación y consternación por el medioambiente, la emergencia climática llama a la puerta de cada individuo y de cada empresa. 

Las empresas que hoy en día se mueven por motivos sociales y medioambientales, son la prioridad a la hora de comprar, confiar e invertir para los jóvenes. Este hecho, indica que la gente joven es mucho más consciente de las actividades que realiza una empresa, ya no solo se exige dar respuesta a lo que quiere, no sólo se fundamenta en obtener beneficios, sino a dar algo más a la sociedad. Desde el punto de vista inversor, las principales demandas han sido siempre a las organizaciones que aportaban más rentabilidad, pero está habiendo un cambio de paradigma que nos lleva a priorizar el impacto que tienen las empresas en el medio ambiente.

La pregunta es redundante, ¿Hasta qué punto estás dispuesto a pagar un precio más elevado por un producto que sea sostenible? Ya de momento, el 60% de la gente dice que estaría dispuesta, lo que puede aplicarse al mundo empresarial y de la inversión.  El 76% de los españoles podrían pagar más por productos sostenibles. Estos datos nos llevan a mirar con lupa un nuevo término que pocos habíamos oído hablar: el consumo reflexivo. Éste requiere de la consciencia, de la comprensión y de la aprobación y está comprobado que, los jóvenes menores de 20 años, están más informados de las brechas sociales y de los impactos sociales, con lo que exigen un mínimo a las marcas.

La educación es una de las bases de la irrupción y del cambio y con ella va de la mano el consumo inteligente. ¿Qué es una compra inteligente? Antes era calidad o precio, ahora se incorpora otra variable que es sostenibilidad o atributo reputacional/ético. Entra en juego también la decisión inteligente, que se basa en ser consciente y realista con nuestras acciones diarias, no sólo vale con tenerlo presente, sino ser capaces de asumirlo y compensarlo. La sociedad tiende a culpar a los gobiernos, echa pelotas fuera, pero en realidad la culpa la tenemos cada uno de nosotros.

Se ha hablado siempre mucho el boicot empresarial pero se ha comprobado que no da buenos resultados, ese no es el camino, debemos sacarle partido al apoyo de empresas que sí que hacen bien las cosas. Estamos acostumbrados a resaltar lo malo, lo que hay que mejorar, los defectos, y no le damos importancia a reconocer el que lo hace bien, damos por hecho que lo hacen porque tienen que hacerlo y no siempre es así. Las empresas no han de ser perfectas, ya que nadie es prefecto, ¿cómo lo van a ser ellas?

Las marcas también tienen el papel de demostrarlo, no sólo vale como promoverlo, han de ser capaces de verificar que su desempeño se relaciona con temas medioambientales y en tener una reputación empresarial sana. Al fin y al cabo, la reputación e imagen de la marca es fundamental para su supervivencia, es mejor empezar por las bases, poco a poco y no querer dar pasos agigantados.

Ya no es el futuro, la concienciación ha llegado y no hay que esperar a que estalle y a que una serie de acciones se conviertan en obligatorias. Sobre todo, no hay que centrarse en las organizaciones, está en la mano de los ciudadanos que el mundo cambie a mejor, ya es una realidad.

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